Solamente soy...
En estos últimos años he aprendido a tener paciencia, a esperar en Dios y sobre todo a buscar mi propósito en Él
Por Ivonne Aguilar
Recuerdo la incomodidad que me daba encontrarme a amigos de la infancia o colegas que me preguntaban: “¿Y a qué te dedicas ahora?” Me ponía muy nerviosa y con una vergüenza interna respondía: “¡Soy ama de casa!” Dentro de mí, con frustración pensaba: “¡S-o-l-a-m-e-n-t-e soy ama de casa!”.
¿Por qué me daría pena decir eso? Es una realidad que toda mi vida he visto con admiración a las amas de casa, pero cuando se trataba de mí, entonces no me gustaba. Pensaba que era un fracaso como mujer y como profesional, porque solo era mamá de una niña pequeña y ama de casa.
Mis papás con sacrificio y mucho amor me dieron una educación de alto nivel, siempre estudié en escuelas privadas de prestigio y la carrera profesional en el extranjero. ¿Y todo para qué? ¡Para ser solamente eso! ¡Qué desperdicio!
Gracias a Dios porque ha puesto a hombres y mujeres que destilan sabiduría a mi alrededor. Ellos me han inspirado, exhortado, animado y han orado con fervor por mí. Dice la Biblia en Proverbios, que en la multitud de consejeros hay sabiduría y no hay duda de eso. Dios me ha enseñado en su Palabra que como mujer tengo un futuro glorioso y que hay diferentes etapas en la vida.
En estos últimos años he aprendido a tener paciencia, a esperar en Dios y sobre todo a buscar mi propósito en Él. Mi corazón ha sido transformado y ahora entiendo que ser madre es un privilegio muy grande y que hay una recompensa inmensa.
También he recordado que todo lo que haga, lo debo hacer como para el Señor. Ahora no solo me gusta, sino que he encontrado que, sirviendo a mi familia, estoy sirviendo a Dios mismo y trato de hacerlo con pasión y excelencia.
A través del tiempo he reconocido que mis prioridades como mujer casada y con hijos deben ser las siguientes: Mi relación personal con Dios, mi marido y mis hijos. Siento que cada una de esas áreas son como esferas que debo mantener en equilibrio.
Confieso que es difícil, pero no imposible. Me ha resultado más sencillo si las tengo en mente y de vez en cuando analizo si estoy manejando mi tiempo, agenda y objetivos de vida de acuerdo a ese orden.
Este ejercicio ha resultado en un profundo aprendizaje. Cambió mi vida el ver todo desde la perspectiva bíblica y he recibido grandes bendiciones al estar en el centro de la voluntad de Dios y obedecerlo. ¿Fácil? Para nada, pero ha valido la pena. No soy perfecta por lo que cada día debo rendirme y pedirle al Espíritu Santo que me guíe, enseñe y aconseje.
Hoy puedo decir con orgullo: Tengo el privilegio de ser esposa, madre y ama de casa.