Construye en vez de destruir tu hogar

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¿Cómo conseguimos ser una mujer que edifica?

Por Sara Trejo de Hernández

Tengo 35 años de casada y en este tiempo he visto que a las mujeres nos corresponde una tarea muy importante, podemos construir o destruir nuestro hogar, como dice Proverbios 14:1: “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba”.   

¿Cómo conseguimos ser una mujer que edifica? La Biblia nos enseña que: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Salmo 111:10; Proverbios 1:7; 9:10). Así que debemos empezar por tener una relación cercana con Dios. Esto implica nutrirnos con Su Palabra, orar, asistir a la Iglesia y obedecer en todo lo que Él nos va mostrando. 

Lo que he aprendido en estos años se resume en tres palabras: Amor, Decisión y Esperanza. 

AMOR 

Esta es una cualidad básica. En Tito 2:3-4 se nos invita a que: “las ancianas enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos”.  

El amor no es un sentimiento, sino una decisión para buscar el bien del otro. Con los hijos, a veces amarlos significará corregirlos, ponerles límites y quitarles privilegios. 

Vi una película en la que muere una pareja dejando a sus hijos bajo la tutela de una hermana de la esposa. Ella es soltera y no tiene idea de cómo educar a los niños por lo que teme ponerles límites porque no quiere perder su cariño, pero en el proceso aprende que el bienestar de ellos descansa en que ella sea estricta.

Me encanta tomar cursos y colaborar en la Iglesia. Un día que me quejaba con una buena amiga, de que mi esposo no quería que hiciera una de esas múltiples cosas, me dijo: “¿Ya te diste cuenta de que tu esposo es tu primer ministerio?”. Me dejó con el ojo cuadrado. Me dolió en lo profundo del alma, porque tenía razón.  

Me estaba comportando muy egoísta pensando solo en mí y hasta metía a Dios en el asunto, porque mi argumento era: “si Dios me dio ese don, debo desarrollarlo”. Pues sí mi reina, pero ¿a qué costo? 

En la actualidad las mujeres tenemos muchas oportunidades, pero a veces eso nos hace perder la perspectiva.  

¿Cómo le mostramos amor a nuestra pareja? ¿Qué es lo que a él le gusta? ¿Qué le disgusta?  

Por ejemplo: A mi esposo le gusta que cuando él llega a la casa, yo esté allí para recibirlo. Que le prepare postres y comida adecuada para él, porque su estómago es delicado y no puede comer cualquier cosa. 

Para cuidarme no me deja cargar cosas pesadas o mover muebles, así que cuando me ve hacerlo se molesta. No le gusta que le hable desde otra habitación, él necesita el contacto visual para comunicarse.  

Yo puedo decir: “Que se aguante, así soy yo y quiero hablarle desde lejos”. O bien puedo hacer lo que es bueno para él, doblegar mi orgullo y mostrarle amor, yendo hasta donde se encuentra para decirle lo que quiero.  

No soy sabia cuando conociendo lo que a él le disgusta lo hago una y otra vez. Si mi i familia es mi prioridad, debo amarla como necesita.

DECISIÓN 

Cada día nos enfrentamos a tomar decisiones, ¿A qué hora nos levantaremos?  ¿Qué nos vamos a poner? ¿Qué prepararemos para desayunar, comer o cenar? ¿Haremos ejercicio? ¿Cuánto tiempo? ¿Iniciaremos la dieta? ¿Iremos de compras? La lista es interminable e importante ya que cada una de nuestras determinaciones tendrá repercusiones.  

En nuestra relación familiar cada instante requiere de una resolución. Podemos tomar las riendas y edificar o dejar que la ruina tome el control. 

Por ejemplo: Podemos alimentar a la familia con frutas, verduras y carnes bien preparadas o darles Maruchan, cajitas felices, pollo frito, pizzas y refrescos. 

En vez de salir de paseo, jugar o leer con los hijos, dejamos su entretención en las manos de la televisión, las redes sociales y el celular. 

En cuanto a nuestras actitudes podemos explotar o mostrar dominio propio. Perdonar o vivir recriminando cosas del pasado. Ser cariñosas o ásperas. 

En nuestra relación con el Señor, podemos buscarlo o ver la telenovela. 

¿Qué tipo de decisiones necesitamos tomar hoy respecto a nosotras y nuestra relación con Dios, esposo e hijos? 

Cuando estaba aprendiendo a conducir iba a cruzar una calle y en eso apareció un taxista, el golpe era inevitable. En ese momento decidí dejar de frenar, porque según yo no podía remediar el asunto. 

Cada vez que recuerdo esta situación pienso en la tonta opción que tomé. Pero me enseñó que en mi vida no puedo dejar que el auto se vaya, sino frenar lo más fuerte que pueda.

Si el chico va mal en la escuela, decimos: “pues ni modo, de todas formas va a reprobar”. Si mi marido no muestra que le importo: “pues qué más da, mejor hago mi vida”. Si estoy subiendo de peso: “no hay remedio, mejor como lo que me gusta”.  

El amor y la decisión son como una semilla que un día producirá un grande y frondoso árbol. Esta tarea no podemos realizarla solas. Él único que nos puede ayudar cada día es Dios.  

ESPERANZA 

Cuando las cosas van bien es fácil tomar buenas decisiones y mostrar amor a todos en casa, pero cuando enfrentamos enfermedades, desilusiones, pérdidas y dificultades, es más difícil.  

Familias enteras se separan ante una enfermedad terminal, la muerte de un hijo o la bancarrota. Existe un dicho que expresa: “Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana”. 

Por estas razones es importante actuar con inteligencia, estableciendo una relación cotidiana con Dios, pues Él nos sostiene en esos momentos. 

Como dice Jeremías 29:11: “Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo”. 

Él conoce nuestras circunstancias y el desenlace de las mismas, solo tenemos que confiar en Él. Sin nuestra esperanza puesta en el Señor, nuestro hogar se vendría abajo. 

¿Qué cosas nos angustian? Jesús nos hace una invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).  

Una de mis películas favoritas trata de una chica que salva a un joven de morir en las vías del metro. En el hospital la familia piensa que ella es su prometida y eso da lugar a un montón de confusiones.  

El padrino del accidentado conoce la situación y le promete decir la verdad a la familia, pero nunca lo hace. 

Dios no es como con el padrino de la historia. Si le dejamos nuestras preocupaciones, podemos reposar. Ya no tenemos que ocuparnos de eso, Él lo hará. 

Así que podemos amar bien, decidir con sabiduría y tener esperanza. Eso ayudará a que todo marche sobre ruedas.

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