Cómo rescatar al hogar destruido

Después de oír un programa de radio reflexioné: ¿por qué los hogares parecen hundirse?

Por María de Jesús Badillo de Vargas  

He tenido la oportunidad de escuchar un programa de la radio en donde tratan con el público abiertamente. Hacen una serie de preguntas o comentarios sobre problemas cotidianos, así como la lectura de cartas recibidas. El público participa deseando dar soluciones, algunas de las cuales considero que son muy positivas. Después de oírlo me quedé reflexionando: ¿por qué los hogares parecen estar a punto de hundirse?

En un programa habló una madre, amenazando con el divorcio y confesando odiar a su esposo. Solo quería orientación para que este le pasara pensión alimenticia.

También escribió una menor de nueve años de edad, pidiendo que la ayudaran para que en su casa se solucionaran los problemas, que su papá llegara al hogar y las amara tanto a su mamá como a ella. Y añadió que ya no fuera un borracho.

Una joven casada, que era estéril, deseaba tener hijos. Habló desesperada, sin saber qué hacer. Al respecto, surgió un comentario inverosímil, ya que durante el año, en el programa habían tenido no menos de diez casos reportados en los que una madre se había deshecho de su hijo.

Los jóvenes devaluando su juventud, decían que sentían que no eran nada, preocupados por no ser físicamente atractivos o por no tener poder económico.

Recuerdo haber visto un noticiero en donde reportaron un suicidio masivo entre jóvenes, quienes dejaron una carta póstuma que decía que no encontraban afecto ni apoyo empezando por sus hogares.

Han habido casos increíbles de madres que delataron a sus esposos o a algún familiar por haber violado a sus hijos. Otras madres refieren que ya no quieren a tal o cual hijo porque es pandillero o drogadicto u homosexual, porque ya no llega a la casa y ha perdido el respeto a sus progenitores.

Cuando uno como cristiano escucha esta serie de acontecimientos que cotidianamente se relatan, lo único que piensa es: ¿A qué está encaminada la humanidad?

Estos casos son representativos. Por los medios de comunicación nos damos cuenta que no solo en México sino en un sin número de países, miles de hogares están en quiebra. Aunado a sus problemas sociales, políticos y económicos, además de los fenómenos naturales, hay que reconocer el problema humano del hogar.

Viene a mi mente aquel pasaje bíblico en el que tres discípulos de Jesucristo le preguntaron: “Dinos, ¿qué señales habrá del fin?” Él les respondió: “Mirad que nadie os engañe… oiréis de guerras y rumores de guerras… se levantarán naciones contra naciones… habrá terremotos en muchos lugares… habrá hambres y alborotos… el hermano entregará a muerte al hermano, y el padre al hijo, y se levantarán los hijos contra los padres y los matarán…” (Marcos 13: 3 al 23).

Lo triste es que en cada uno de los casos manifestados brevemente en aquel programa de radio, lo único que han hecho estas personas es tomarse de su propia fuerza, de su propio criterio. En ningún momento consideran a Dios, y si se llega a tomar el concepto de Él, es para reclamarle qué clase de Dios es, que permite que el mundo se desquicie y que los hogares se hundan.

Pero si nos interesamos un poco en Dios, sabremos que Él creó al hombre a su imagen y semejanza (varón y hembra los creó), y los bendijo. Cuando creó a la mujer la formó con el propósito de que fuera la compañera idónea del hombre. Dios dejó expresado cómo el hombre y la mujer dejarían a sus padres para unirse y ser una sola carne.

Sin embargo, teniendo capacidad y voluntad propias, el hombre y la mujer optaron por no obedecer a Dios. Ambos cayeron en pecado. A pesar de ello vemos el amor y el interés de Dios, porque siendo el Creador y Hacedor de sus vidas tuvo amor por los suyos.

¿A qué grado llegó ese amor? Al grado de redimir a la humanidad pecadora, dando a su Hijo Jesucristo. Él murió por todos y cada uno de nosotros, su sangre fue derramada en la cruz del Calvario, resucitó al tercer día para así vencer a la muerte y al pecado. Antes de su ascensión al cielo les reveló a los discípulos que su Espíritu Santo sería nuestra guía y que no estaríamos solos jamás, puesto que Él se manifestaría por medio de su Espíritu en nuestras vidas.

Pero mientras Dios desea y ha deseado lo mejor para el hombre, este, al decidirse por conocer el bien y el mal tiene que sufrir y padecer. El hombre sigue aún tomando decisiones semejantes a las de Adán y Eva, bajo su propio criterio y deseo de su corazón. Una vez que ha hecho lo malo se ha escondido de Dios y ha echado mano de su propia fuerza para salir adelante; pero cuando prueba que su capacidad no es suficiente, le echa la culpa a Dios por no solucionar sus problemas, los del vecino y los de toda la humanidad.

Otros simplemente niegan su existencia, o son indiferentes. Cabe preguntar: ¿Buscamos a Dios? ¿Nos interesamos en Él?¿Deseamos que nuestra vida sea llevada por el Hacedor y Creador? ¿Alguna vez lo hemos reconocido como nuestro Padre Celestial? ¿Nos hemos interesado en el plan de salvación que Él hizo para nuestra vida? ¿Nos hemos preguntado cuáles son los privilegios que Dios nos promete?

Tal vez parte de los conflictos que viven los hogares actuales, derivan del hecho de que cada uno anda por su camino, que puede no ser el mejor. Todo esto por ende, repercute en la sociedad y da los resultados que tenemos.

Algo que haría la diferencia es que los padres de familia buscaran a Dios. Se convencieran de las bendiciones que Dios tiene para la pareja, los hijos, y como dice la Biblia, para los hijos de sus hijos. Que dejaran que Dios rescatara sus hogares. Que los jóvenes fueran felices, gozándose en el Señor, dejando que las bendiciones de Él inundaran sus hogares. Y que todos permitieran que el fuego del Espíritu Santo alumbrara y diera calor a sus vidas. Dejando que el plan de Dios sea una realidad en cada uno.

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