Un profundo vacío en el corazón

Si nuestro corazón está cansado, cargado y triste, ¿quién es el culpable?

Por Luis Palau

Un teniente coronel de la Fuerza Aérea de otro país estaba frente a mí. Sus nerviosas manos sostenían un tambaleante cigarrillo. Fumó uno y encendió otro, una y otra vez, repetidamente. Vino a conversar después de ver mi programa por la televisión.

“Mire, señor Palau, necesito su ayuda. Tengo 42 años, buena posición profesional, buen sueldo, pero, ¡vivo un profundo vacío en mi corazón! Además, mi esposa y yo estamos pasando por una crisis abrumadora entre nosotros”.

Muchos me han dicho palabras idénticas. Miles cantan y ríen externamente, a la vista de los demás, pero en su corazón hay tan solo una marcha fúnebre. Amargados, resentidos, siempre quejosos, no conocen ni descanso, ni alegría, ni paz en el corazón. Sufren por su egoísmo y siempre culpan a otros por su tristeza.

¿Quién es culpable?

Si nuestro corazón está cansado, cargado y triste, los únicos verdaderos culpables somos nosotros mismos ¡nadie más! Pero podemos remediar el estado íntimo de nuestro corazón. Como lo hizo el teniente coronel esa mañana, como lo hice yo hace unos años.

No somos felices porque buscamos la felicidad equivocadamente. Todos venimos al mundo con un vacío interior que solo Cristo puede llenar. Esta tristeza y vacío son resultado del pecado humano.

La Palabra de Dios, la Biblia, afirma: “No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos”. Dios también dice: “Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente… por cuanto todos pecaron y están despojados de la gloria de Dios”. ¡Si conseguimos librarnos de nuestros pecados, entonces tendremos paz, seremos perdonados y cantaremos una canción nueva, porque seremos personas nuevas!

¡Fiesta, por fin!

Sólo Jesucristo puede librarnos del pecado y el vacío interior. Pero Él tiene que vivir dentro de nuestro corazón. Él murió en la cruz del Calvario para comprarnos la felicidad. Cargó con nuestros pecados y derramó su sangre para librarnos.

“Siendo aún pecadores”, dice la Biblia; “Cristo murió por nosotros”. ¡Hay perdón y hay libertad para todos! ¿Estamos dispuestos a romper con nuestro pecado y reconocer que necesitamos a Cristo? El Señor dice: “Yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, yo entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.

Tomemos el paso más grande de nuestra vida. Invitemos a Cristo a entrar en nuestro corazón. Él será nuestro Salvador, el centro de nuestra vida, el perdonador de nuestros pecados, nuestro Protector frente a cada tentación y disfrutaremos por fin de ¡una fiesta en el corazón!

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