Papá se fue

Foto por Eliab Bautista

Foto por Eliab Bautista

Al principio a Laura le fue difícil confiar plenamente en su Padre Dios

Por Cesia Carrillo Clemente

Ahí estaba Laura, sentada en el sofá con el corazón roto, viendo su vida desmoronarse en un momento, bajo la sombra de la vida feliz con la que había crecido.

Y es que sus padres se habían separado. Papá ya no estaba en casa y nunca se hubiera imaginado que esto iba a suceder en su familia. Sus sueños estaban rotos. Se sentía sin ganas de nada y con miedo a todo.

¿Dónde estaba Dios?

Le había cantado a Dios como su Padre muchas veces. Pero ahora el concepto de “padre” se había arruinado. A pesar de que su infancia no había sido nada mala, de buenas a primeras todo había cambiado y la paz se había esfumado.

¿Qué hacer en una situación así? Seguir adelante. Así que Laura continuó con su vida, cumpliendo con sus deberes pero sin un propósito y sin verdadera paz. Era casi como un robot.

Ya no comprendía la promesa bíblica dada a Josué en el capítulo 1 versículo 5, que dice: “No te dejaré ni te desampararé”. En muchas ocasiones había experimentado el amor de Dios en su vida, pero esta vez le costaba asimilarlo, pues no entendía lo que ocurría.

Al principio le fue difícil descansar y confiar plenamente en que su Padre Dios, no la había abandonado, ni lo iba a hacer. Por fin Laura se aventuró a creer y a depender plenamente en Él.

Poco a poco, con el tiempo su corazón fue restaurado. Ahora tenía un semblante diferente con los ojos llenos de gozo. Aunque hacía las mismas cosas, era con alegría y un propósito en Dios.

Parte de su lucha fue perdonar a su padre terrenal, pues ella lo amaba muchísimo y no entendía por qué los había abandonado. El hecho de que Dios la perdonara a ella y su relación con él fuera restaurada, le permitió ver a su papá sin enojo.

Laura continúa luchando. Aunque le duele que su papá no esté y le hace falta su compañía, ella sabe que Dios suple todo y cada día llena su corazón.

Cuando habla de esto se le rueda una que otra lágrima, pero ya no siente un vacío. Los temores se han ido, pues el amor de Dios Padre es maravilloso. En esos momentos difíciles en los que su papá se fue de casa, Dios la abrazó y guardó su corazón. Ahora puede ver que la mano de Dios nunca se apartó de ella.

Hoy, Laura sabe que si ama a Dios, incluso algo tan doloroso le puede ayudar a bien. ¿Cómo? Confiando en que Dios nunca desampara a sus hijos.


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